Historia

“Don Morales”, el panadero que llega a cada rincón de Ullum con su motocarga

El esperado vendedor que sabe endulzar las tardes ulluneras, se vio golpeado en la producción por la cuarentena pero no le afloja y aprovecha la confianza de los vecinos.
miércoles, 8 de julio de 2020 00:00
miércoles, 8 de julio de 2020 00:00

Cada día, exactamente a las 16:30, las siestas comienzan a endulzarse en los hogares y establecimientos más conocidos de Ullum, es que por las puertas de las casas, en su motocarga color verde, pasa “Don Morales”, Juan Morales, quien desde la noche anterior prepara las más ricas facturas dulces y semitas para quienes ya lo esperan.

De a poco el “olorcito” inconfundible comienza a sentirse por las calles del departamento y a él no le hace falta ni una bocina que anuncie su paso. Cuando las escuelas estaban colmadas de alumnos y docentes, hasta los directores salían a comprarle las delicias. Pero la cuarentena por el coronavirus cambió su rumbo y los 5 kilómetros que a diario recorre, se expandieron un poco más para terminar con la venta.

A las 7 de la mañana, Juan se levanta y a las 8 ya está prendiendo el horno para tener todo listo “para después de almuerzo”. Un modo de vida tranquilo, agitado algunos días, sobre todo en verano, cuando nadie quiere acercarse al horno y sumarle temperaturas al termómetro. Sin embargo en invierno la cosa cambia y el escenario de una pandemia, que parece no sentirse en departamentos alejados, marca la diferencia para los emprendedores familiares.

“Nosotros ya nos acostumbramos a esto, primero empezamos con semitas y después mi esposa sumó las cosas dulces, las masitas, los churros con dulce de leche y las maicenitas. La gente acá ya me espera, muchos se juntan a ver la televisión en la siesta y paso yo, me esperan para el mate. Es muy lindo aunque la situación cambió por lo del coronavirus”, cuenta José a Diario La Provincia SJ, mientras saca las preparaciones del horno y las coloca todavía humeando, en su motocarga.

Juan, como muchos otros trabajadores, es un hombre que junto a su familia hace más de 10 años se dedica a la venta de panificación, después de ser casero en una finca y quedarse sin trabajo. Sin embargo, su vida no siempre trascendió cerca de los diques, sino que desde que nació vivió en Rawson y las vueltas de la vida hicieron que hoy sea uno de los hombres más queridos y esperados en Ullum.

La familia que reside en el interior del Barrio Hugueritas II, justo detrás del Club San Lorenzo, vive de eso y de la ayuda que reciben por uno de sus hijos, el menor. En ese escenario, en cuarentena la producción disminuyó considerablemente y por eso el esfuerzo fue mayor. “Antes hacía cerca de 500 semitas por día, hoy estoy haciendo 200. La gente empezó a amasar en las casas, pero yo tengo que salir igual, no me puedo dar el lujo de parar por más que haga menos, vivimos de esto”, confiesa.

“No bajamos los brazos a pesar de la situación difícil. Me han llegado a decir “Morales, no te compro hoy porque mi señora hizo semitas”. ¿Qué le voy a decir? Bueno, arranco y sigo para donde me llaman, esto es así. El mes más bravo fue mayo. Pero es algo lindo el que podamos seguir saliendo a trabajar, la rutina con la gente, el salir por la calle principal y escuchar que me empiezan a gritar, ya salen con la bolsita y yo ahí siendo el alivio”, agrega ante la mirada de su hijo.

Pero ese no fue el único cambio al que se tuvo que amoldar, sino que además apareció el exhaustivo cuidado para poder seguir vendiendo y aprovechar ese permiso que obtuvo. Cuidados que aunque ya se tenían, otros se debieron aprender, como por ejemplo el ya no dar la mano en el saludo, o no charlar tan cerca.

“Acá nos conocemos entre todos y sabemos cómo es cada uno. En casa desinfectamos todo y cuidamos mucho la limpieza en todo momento, apenas empezó la cuarentena compré una bolsa de guantes para tener para todo lo que dure. El vecino que nos compra conoce los cuidados que tenemos y confía como si lo hubieran hecho ellos en su casa”, señala.

Pero la ilusión está ahí, intacta, a la espera que algún día el distanciamiento social se termine y la vida normal regrese, “para volver a como estábamos antes, para hacer muchas semitas otra vez porque esto nos complicó”.

“Al coronavirus ya no le tenemos miedo aunque al principio desconocíamos y no sabíamos lo que iba a pasar. Esto se trata de seguir amasando igual, aunque a veces los días sean difíciles, mientras pueda volver a mi casa con el carrito vacío ese va a ser el motor para seguir al día siguiente”, finaliza haciendo arrancar su moto y saludando a los primeros vecinos que disfrutan de esas esperadas semitas.

 

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