Historia en cuarentena

Aislados por naturaleza: viven al costado de la ruta y la pandemia les cambió la vida

María y Viviana viven al costado de la Ruta Nacional 141, a pocos metros del control de Bermejo, en Caucete. La pandemia les cambió la vida por completo.
lunes, 24 de agosto de 2020 00:00
lunes, 24 de agosto de 2020 00:00

Al costado de la Ruta Nacional 141, a 100 kilómetros de la Ciudad de San Juan y a pocos metros del control policial de Bermejo, un cartel anuncia la venta de semitas. Está ubicado delante de una humilde vivienda, una de las pocas que allí se encuentran, y antes de la pandemia era un "imán" para quienes circulaban por aquel lugar.

Realizadas de manera casera y con chicharrones, el aroma cautivaba a primera hora de la mañana y su apariencia bastaba para que las personas en tránsito quisieran llevarse más de una. Sin embargo, hoy todo forma parte del recuerdo y las pocas que se hacen son para vender a uno que otro vecino.

María tiene 36 años y nació en aquella casa de Bermejo. Allí vive con su marido y sus hijos de 9, 13 y 15 años de edad a quienes los estimula a estudiar y superarse para que puedan "abrir las alas" y buscar una vida mejor. En el mesón de su cocina, y pese a que las ventas bajaron muchísimo, sigue amasando y generando esas semitas que tanto atraían a todos.

"Uno hace semitas y pan para vender pero con todo esto que pasó dejamos de vender. Uno hace pero es muy poco lo que vende, es para el vecino o algún policía que quiera venir a tomar un café y comer una. Y la verdad que nos sentimos muy aislados de todo", señaló a Diario La Provincia SJ.

Apoyada en el alambrado que impide acceder al lugar, y con una mirada de desánimo y tristeza, María lamentó no tener otro trabajo. Antes de la pandemia hacía alrededor de 100 semitas para vender sólo en la mañana, lo que significaba alcanzar una ganancia de 600 pesos. Luego, dependiendo del día, hacían o no otra tanda para la tarde. Sin embargo ahora han tenido que frenar todo eso no solo porque no se paran los camioneros, sino porque ya no hay promesantes que vayan a San Expedito ni turistas que transiten por la ruta.

"Ahora no, si vendo 30 semitas es mucho y de gracias si vendo. El camión va precintado y no se para. Y además hay mucha discriminación de la gente. Al vivir al lado de la ruta, cerca de la policía, la gente no se para por miedo a que tengamos el virus. Nos sentimos muy discriminados. Nosotros nos cuidamos. Acá es caro comprar una botella de lavandina, pero la compramos y limpiamos permanentemente", agregó.

El "arte semitero" lo heredó de su familia y a éste, en los tiempos "de oro" previo a la pandemia, le incorporó las empanadas caseras. Con una mesita, supo generar una rutina de trabajo de venta mientras su marido trabajaba de la cosecha en las zonas limítrofes. Sin embargo con el parate de la pandemia, él tuvo que volver y dejar de trabajar en la producción.

"Estamos acostumbrados a vivir así, siempre se vivió de esta manera. Siempre sufrimos el tema del trabajo, tratando de comer el día a día. Esperar la cosecha para poder ir a juntar un poco más de dinero, comprar harina y azúcar para salir adelante. La verdad que nosotros estamos muy abandonados", explicó confesando que le "duele mucho esta situación" pero igual "no bajo los brazos, el día que se bajan los brazos no comemos". 

Contratar internet por la educación

A metros de la casa de María, vive Viviana Ledesma. Su mirada también guarda tristeza y pesar. Tiene 39 años de edad y tiene 4 hijos de 9, 14, 16 y 21 años de edad. Dos de esos hijos van a una escuela especial y la más chica al último año de la Primaria, ubicada a 2 kilómetros y medio de su casa.

A partir de que se lanzó la cuarentena en marzo pasado, y para que su hija pudiera seguir estudiando decidió contratar el servicio de internet. Sin embargo, también vive con lo justo y nunca pudo tramitar ni siquiera el Ingreso Familiar de Emergencia, IFE, para poder tener otro ingreso.

"Mis hijos están con la escuela vía internet. Tuvimos que poner por obligación porque todo era las clases por el celular. Pero acá no hay trabajo y no entra nadie. Teníamos mucha ayuda de la gente que venía al santuario de San Expediente. Con eso se vivía y en otro momento se iba a trabajar a la cosecha de la uva. Además antes acá se hachaba leña pero ya ni eso se puede hacer", contó.

Como ocurre con muchos sanjuaninos, el miedo al contagio del coronavirus está presente en todo momento. Sabe que para cuidarse y cuidar a los suyos, debe mantener la higiene y evitar los contactos. Y si bien están aislados por naturaleza y geografía, el temor está siempre presente.

"Bastante miedo le tengo al virus. Estamos en un punto clave porque están todos cerca. Tratamos de estar en la casa y no ir para la zona del control", finalizó esperando que todo pase rápido para volver a la tan ansiada normalidad.

 

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