Historias

“Se siente el fin del mundo”: la lucha de una sanjuanina contra un agresivo coronavirus y su esperanza de asistir a otros enfermos

Carina Agüero y una de sus hijas transitan la enfermedad aisladas en su casa en Caucete. Presentaron la mayoría de los síntomas de COVID-19 y desconocen cómo se contagiaron. La fe y la ayuda de sus vecinos, la red de contención que las sostiene y acompaña.
domingo, 13 de septiembre de 2020 06:59
domingo, 13 de septiembre de 2020 06:59

Carina Agüero hizo todo lo que estuvo a su alcance para no contagiarse de coronavirus. Dejó trabajos que quería mucho para no poner en riesgo a nadie, sobre todo cuando se detectó el brote en Caucete, su departamento, y también una de sus hijas, que es mamá de una nena de 5 años, se mantuvo a resguardo para cuidar a la pequeña que tiene delicada salud. Sin embargo, sufren coronavirus y han tenido la mayoría de los síntomas que caracterizan a la enfermedad.

Recluidas en una parte de su casa, que comparten con el resto de su familia, transitan día a día con la esperanza y la fe que irán mejorando. “Quiero que esto que nos está pasando se sepa porque no es joda, ni chiste. A la gente le digo que se cuide porque el virus está y es terrible. Espero que tomemos conciencia”, cuenta Carina a Diario La Provincia SJ y agrega que “gracias a Dios, anoche no tuve fiebre”.

La caucetera de 47 años detalla que “hacia el 25 de agosto nos empezamos a sentir mal, con dolor de cabeza y de garganta. Uno piensa que puede llegar a ser una gripe. Consultamos al 911 y nos dijeron que estuviéramos atentas a otros síntomas. No mejorábamos. El 2 de septiembre, mi hija tenía mucha fiebre y llamamos al 107. Directamente nos decían que fuéramos al hospital de Caucete. ¿En qué íbamos? ¿Y si teníamos COVID? Uno de mis hijos nos pudo llevar”.

Ya en el nosocomio, ingresaron al área Triage e hisoparon a su hija. Tan atenta estaba Carina a Gabriela que no se había dado cuenta que ella también estaba con temperatura alta. “Quiero detallar lo que nos pasó a nosotras; no puedo ni quiero generalizar. Esperamos mucho para recibir atención y por el hisopado, el día jueves que fuimos. Después, nos dieron amoxicilina  y regresamos a casa en remiss”, puntualiza.

Los síntomas comenzaron a intensificarse y a los dolores de garganta y de cabeza se sumaron la pérdida de olfato y de gusto. “Al domingo nos dieron el resultado positivo del hisopado. Mi hija se asustó muchísimo y mi nieta de 5 años lloraba porque no iba a poder abrazar ni tocar a su mamá. Fue un momento horrible”, recordó con la voz casi entrecortada.

Ella tiene 7 hijos y convive con 5. Su pareja de hace 10 años está encargándose de ayudar en todo lo que se puede a los adolescentes y a Carina y su hija Gabriela. Su nieta de 5 años manifestó dolores de cabeza y de estómago, en tanto que una de sus hijas de 15 años, dolor de cabeza y ardor en los ojos.

Nos sabemos el nexo, ni cómo nos contagiamos. Nos indicaron de Salud Pública que hiciéramos una lista con nuestros contactos estrechos y sus teléfonos. Que avisáramos que si sentían síntomas avisaran al 107. He pedido especialmente por uno de mis hijos que vive en Pie de Palo que tiene una nena con tratamiento oncológico para que los asistan e hisopen. Teníamos un kiosco allí y yo dejé de ir pero me preocupa que estén contagiados. MI hijo se cansó de llamar para exponer la situación pero hasta hoy (por el viernes 11), no tuvimos respuesta. Otro de mis hijos, de 19 años también está con síntomas. El coronavirus es algo muy agresivo”, afirmó Carina.

Asegura que con su hija hicieron la lista lo más detallada posible y avisaron a todos. Incluso, al remisero que las trasladó en un viaje. “Uno de mis hijos pertenece al Ejército y se tuvo que aislar. Aún no consigue un certificado para presentar en su trabajo; nos comentaron que hay una resolución que ampara a los contactos estrechos y que deben ser aislados. Lo mismo le pasa a mi otro hijo que trabaja en una obra en construcción y tuvo que dejar de ir. Sé que somos muchos los que estamos transitando esto pero considero que la asistencia y el seguimiento están mal organizados”, manifestó.

Y en ese sentido, puntualizó en que “se toma a quien tuvo el hisopado positivo y se lo asiste. Pero en nuestro caso, con dos tiras de Paracetamol que nos dieron no nos alcanza para todos los que nos sentimos mal. Un día, una de mis hijas no podía respirar y se ahogaba si tosía. Llamé a las 9 de la mañana y recién a las 15 hs. la vinieron a buscar en ambulancia para ir al hospital de Caucete. Ella se sintió destratada por un médico que la revisó en un minuto y por sobre la campera. Después, se puso en la puerta del consultorio para advertir que nadie pasara porque tenía un COVID positivo, que antes había cuestionado. Nos discriminaron. Yo sé que tuvimos la mala suerte que ese médico la atendiera porque hay muchos más que están poniendo alma y corazón, como la pediatra de mi hija, la Dra. Martínez, que tuvo COVID y está al pendiente de mi nieta. Creo que podrían atendernos directamente en la ambulancia para evitar demoras, quedar expuestas y hasta el destrato”.

Cambio radical

Carina trabajaba en un geriátrico y en julio decidió renunciar por temor a contagiarse y contagiar a los adultos mayores. “Yo veo a un abuelo y recuerdo a mis padres. Me movía en colectivo y tenía miedo de lo que pudiera pasar. Con todo el dolor del mundo y con lo que significa dejar un trabajo, lo hice. Mi patrona me dijo que cuando considere que puedo volver, que lo haga. También dejé de ir al kiosco que teníamos. Sinceramente, no sé cómo nos contagiamos; si nos cuidábamos tanto. Mi nieta de 5 años tiene reflujo y es propensa a neumonías. Por eso mi hija estaba tan atenta. Nos sentimos mal pensando en el resto de la familia, en si pudimos contagiarlos. Nos sentimos desoladas pero, dentro de todo, estamos en nuestra casa y no internadas”, cuenta con tristeza.

Los vecinos les dejan mercadería en la puerta de su casa y están atentos a lo que necesiten.

Carina explica desde Salud Pública las contactan por teléfono día por medio para conocer cómo están. Por estos días, no tienen apetito pero comen “porque lo tenemos que hacer. A veces, las náuseas son más fuertes. Ni hablar de los escalofríos que uno siente; las terribles diarreas, el dolor de cabeza constante y la molestia en los ojos. Hay momentos en los que una dice: “esto es el fin del mundo”. Como mamá trato de sacar todas mis fuerzas para salir adelante aunque “sienta que me voy”. Lo hago por mis hijos que son mi pilar y yo para ellos son mamá y papá, Mi pareja me ayuda y apoya incondicionalmente en estos momentos tan duros, en los que le pido a Dios que todo pase”.

En estos días, sus vecinos también han sido claves. “Vivo en una zona en la que todos somos carismáticos. No es la primera vez que siento su afecto y amor ya que cuando se accidentó uno de mis hijos, también estuvieron allí. Nos traen frutas, muchas naranjas, comida y mercadería. La dejan en la puerta y nos avisan. El otro día no teníamos champú y un vecino no dudó en comprar y traernos. Entonces, pienso en las familias que están como nosotros y no tienen vecinos así. Por eso, cuando me recupere del todo quiero contactarme con otras personas que hayan tenido COVID y que nos unamos para asistir a esos casos. Que les llevemos mercadería y medicación; lo que necesiten. Se pasa muy mal y hay que hacer algo. Por supuesto que también vamos a donar nuestro plasma. Hemos visto cómo se han perdido vidas en nuestro San Juan de padres laburantes y madres luchadoras. Este virus nos va a marcar para siempre”.

En estos días tan crudos, ella siente que esos son los motivos para salir adelante y que mucho aprendió de ayudar en un merendero móvil que se creó en Pie de Palo. También sabe de unidad y de integración cuando con un grupo de mamás realizaron la vestimenta para una comparsa. “El año pasado hice hasta lo imposible para dar respuesta a las mamás que me decían que su hijo quería salir en la comparsa y no tenía con qué. Pongo el corazón y parte de mi vida en obras solidarias y hoy siento que estoy cosechando eso que sembré. Estoy muy agradecida con mis vecinos que se han portado excelente con nosotros en un momento en que la discriminación a los que tenemos COVID es muy fuerte”, sentenció.

Carina y su hija esperan el 17 de septiembre, fecha en la que les harán el hisopado para saber si la pesadilla termina o deberán seguir en aislamiento. “Ojalá todo pase y podamos escribir otra historia”, remarcó.

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